Don Gonzalo Sánchez vive en Concepción de Zapatón de Puriscal, tenía 82 años a la hora de esta entrevista. Doña Pastora Sánchez vivía en Polca de Puriscal y tenía 99 años al momento de esta entrevista. Ambos narran dos versiones sobre el espíritu de la Cangreja o Yarca. Según explicaron, es un espíritu sagrado que habita en el actual cerro de la Cangreja y protege las aguas de las nacientes que conforman los arroyos, sobre todo de la deforestación y la contaminación.
Al ser este cerro la casa de este espíritu, muchas familias de esa zona lo consideran como sagrado y protector de sus bosques contra las personas codiciosas y destructoras de la naturaleza. Gracias a esta sabiduría práctica, este cerro es la única área extensa que mantiene bosques dentro del deforestado cantón de Puriscal.
-¿Ustedes conocen la historia de la Cangreja?
-G: Sí, la chuncha esa venía desde Escazú, era como una cazadora de grande. Venía un grupo de hombres siguiéndola pa comésela. Diay, se le pusieron al corte de donde David, de Puriscal para acá. La siguieron hasta ahí del cruce del puente de Quivel. Ella venía buscando dónde hacer vivienda, dónde quedarse.
¿Esa Cangreja no es la misma que está arriba, en el cerro El encanto?
-G: Diay, esa Cangreja jue la que hizo el volcán ahí y se jue al mar, después de que hizo esa vivienda ahi, se consumió y se jue al mar. Se jue pal lado de Punta de Piedra (esto es Punta Mala o el Torrote de Parrita).
¿Entonces vinieron esos siete hombres y le arrancaron un brazo?
-G: Ajá, le comieron un brazo.
-¿Y qué pasó?
-G: De todos esos que venían siguiéndola, uno de esos era más sabio que las historias, él se defendió por los hongos y por los bananos maduros, por eso se defendió, porque la Cangreja era un encanto, y la gente venía siguiéndola pa comésela. Ahí Quivel en la noche, en la tarde ahí se quedó la Cangreja, entonces esos carambas le despegaron un brazo y se lo comieron.
Entonces ese señor que venía en la pelota era indio, él sabía algo de la naturaleza, él sabía quién la cuidaba, porque la Cangreja cuidaba la naturaleza como un aguilón. Era él quien venía cuidando la Cangreja. Entonces ese hombre, ese hombre sabía... bueno ahora tiene que pasar el pájaro en la noche. Y ya tenían que quedarse ahí comiéndose la mano de la Cangreja, ahí en la noche a la orilla del río. Ese hombre se encontró un palito de hongos, entonces él no comió de la mano de la Cangreja, los otros seis sí comieron.
Entonces, a él le reparó Dios un palito de hongos, hongos de los que nosotros le llamamos que tienen un sombrerito, son blancos o son carmelitas. Por allá se encontró unas matas de banano, con unos racimos de banano maduros, entonces dijo: -"aquí está mi salvación". Entonces ya se jué a ver los hombres y les dice: "dejen la Cangreja, no le quiten la mano". Pero los otros desobedecieron. A lo cual él les contestó: "bueno, entonces mañana van a amanecer... no van a ver nada". Él se jué y no durmió nada pensando que tenía que pasar el Aguilón.
Como los otros no le atendían a él dice, bueno aquí lo que hay que hacer es y cogió dos hongos, los llenó de maduro y se los puso en los ojos. Eso era ya tarde de la noche. El Aguilón tenía que pasar a las 11 de la noche, como a las 10:00 p.m. se puso pa arriba a dormir y se puso los dos hongos, un hongo en cada ojo, así queditico. El estaba volando ojo allí en la playa del río, y vio venir el Aguilón.
¿Quién de esos era el Carate?
-G: Ahí venía entre esos, venia ese Carate, era el más vivo entre ellos. Pero no era tan igual a ese otro. Entonces pasó el Aguilón y venía a comese los ojos de todos esos hombres que dormían ahí en el playón. Entonces llegó el Aguilón donde ese señor y le cogió los hongos, se los sacó creyendo que eran los ojos. Y el Aguilón se jué donde los otros seis hombres y les sacó los ojos. Entonces ya quedaron tuertos. Él les había dicho que tenían que ponerse esos honguitos de "jutrus" en los ojos, porque si no venía el Aguilón y les comía los ojos en la noche pero como no le creyeron solo él quedó mirando, al resto vino el Aguilón y les comió los ojos.
Entonces él decidió hacer una cadena. Los amarró, yo no sé con qué amarra. Entonces, al lado abajito de ahí del río hay un cerro, entonces en ese cerro se los trajo él, los amarró, otro día.
-¿Dónde es eso, como trepando por la cuesta que lleva a los ranchos de los Masís, en Bocana?
-G: Eso es, trepando así para arriba. Entonces allá los amarró, amarró la sarta de carambas. Y les dice cojan aquí y se van caminando para lante. Entonces, el cerro se terminó, entonces para abajo seguía el guindo. Entonces, todos se vinieron y ahí se mataron, cayeron ahí en la poza del río que está debajo de ese cerro. Esa poza nosotros le decimos la "Poza de los Intuertos".
-¡Ah sí, así le dice Pastora Sánchez!
-G: ¡je, je, entonces Pastorita no es tan chapas, va a la línea je, je, je! La "poza de los Intuertos". Ahí a nosotros nos dejan volando, por que se dice la "Poza de los Tuertos", le cambiaron el nombre. Le pusieron la "Poza de los Intuertos". Ve queda uno volando como los Talamancas.
Entonces como ese hombre los empujó ahí, ellos se mataron y él se volvió para atrás. Entonces la Cangreja se vino siempre a este cerro: hizo la vivienda y después se jué pa donde llamamos nosotros la Morada, ahí en la costa.
Pero hablan de que la Cangreja era un encanto.
-G: Era un encanto, ahí se oían cosas, ahí terminó la cosa. El hombre que no le comieron los ojos salió para atrás pal lado de Puriscal. Eso es...
Ellos venían de ¿qué lugar?, ¿es cierto que venían de Pacaca?
-G: No, venían de Puriscal, sí porque, ahí sucedía algo, era como un encanto, porque cogiendo la mano iban a dejar la Cangreja que ya no iba a poder andar. Entonces venía el cuidante de la Cangreja, ese era el Aguilucho. Posiblemente ese aguilón que vimos nosotros el otro día en el Cerro La Cangreja, era ese cuidante. Porque le digo en ese cerro se oían cosas. La Cangreja estuvo ahí un tiempo y después agarró pa la Morada. (Gonzalo Sánchez, 84 años, Concepción de Zapatón, 2009: c.p.)
A continuación se presenta las historias narradas por doña Pastora Sánchez, de Polca de Puriscal, relacionadas con la función que tienen las guascasas o cangrejas de río para producir agua, y sobre la leyenda del espíritu de La cangreja.
-Cuando ustedes estaban pequeñas e iban al río a coger cangrejos, ¿se comían la tenaza?
-P: Si, la tenaza. Se cogía y se lavaba bien, se le sacaba la tripilla y los ojillos, y se ponía a cocinar. Se le echaba un huevo y se comía con tortilla.
-¿Entonces no hay que matar las cangrejas?
-P: Ahhh no, hay que cuidala y dejar los hijitos que estén ahí. Ella le da el agua a uno en verano, no hay que matala. Ahora se las comen. Al que envenena el río lo echan a la cárcel.
Aunque es necesario realizar más investigación, se plantea la hipótesis de que detrás de estas leyendas contadas por varios abuelos y abuelas güetares de Zapatón, Bocana, Concepción lo que opera es un código de protección y manejo ecológico güetar de recursos naturales, como el agua de las nacientes, los bosques y la fauna en la parte alta del cerro La cangreja.
Según otras tradiciones orales, las cangrejas de río o guascasas son las que producen el agua de las nacientes, quebradas y ríos que bajan en torrentes de lo alto del cerro. Algunas abuelas, como Pastora Sánchez, aseguran que las cangrejas viven en el bajo del río Quivel, al pie del cerro, y se aparean en octubre: las hembras, con sus huevitos fertilizados en su vientre, inician una migración aguas arriba durante octubre, noviembre y diciembre.
Suben quebradas arriba del cerro y se meten en los huecos de los ojos de agua que las alimentan en la parte alta. Ahí se introducen por los mantos de agua de hasta 20 m de profundidad; sacan terrones de barro, hojas y raíces muertas, piedrillas y arena de adentro hacia fuera de las nacientes.
Según Pastora, las cangrejas eran como las "fontaneras" que destaqueaban los ojos de agua. Aseguraba que en los meses secos de enero, febrero y marzo, en todas las rancherias güetares al pie del cerro ellos contaban con agua corriendo en las quebradas abajo, para tomar en las casas, regar y para el ganado.
Así, gracias a este testimonio, se plantea que el cerro La cangreja es un sitio sagrado para las familias güetares que viven en las rancherías al pie de este cerro, pues ahí se ubican las principales nacientes de agua fresca que alimentan la red de ríos y quebradas cuya función es proporcionar agua potable para el riego de cultivos y para el cuido del ganado en potreros y de animales domésticos.
Los abuelos y abuelas hablan de que La yarca o cangreja es un encanto o espíritu que se fue a vivir a lo alto del cerro después de que los indios pescadores míticos le arrancaran su tenaza. La leyenda dice que ella cuida todas las cosas existentes en el cerro, las protege de la codicia de las personas que merodean sus bosques cazando los tacuás (Agouti paca), venado capa suris (Odocoileus virginianus), sahínos (Tayassu tajacu), o de los que recolectan flores de ayares o ciplinas (Chamaedorea tepejilote), tocotas (Carludovica palmata) en cantidades mayores a lo que necesitan, o de los que llegan a cortar sus árboles de maderas preciosas para el comercio.
Según la leyenda, cuando llegan cazadores a dejar animales mal heridos o cazarlos sin necesidad, La cangreja les nubla el cerro, les manda fuertes aguaceros con rayería y les pierde los trillos de salida a ellos y sus perros, lo cual los deja "encantados en el tiempo" y sin poder salir por varios años. En la actualidad, La cangreja es la última zona en todo el cantón de Puriscal que conserva un fragmento extenso de bosque húmedo tropical y fauna variada, gracias a esta sabiduría indígena respetuosa de la naturaleza, la Niña Tierra Iriria.
Nota:
Yarca: cangreja de río (Cephalopod idae spp.). Especie de cangrejo de color amarillo oscuro, de 12 cm de diámetro. Se aparea en octubre y deposita sus larvas en las nacientes de los ríos durante enero y febrero. Según la abuela Pastora Sánchez, en el cerro de la Cangreja, hoy Parque Nacional, habita el espíritu de la Cangreja, que protege las aguas, bosques y animales de este paraje; además, se le llama La Yarca.
La Cangreja
a) Inocenta Quirós (San Gerardo de Parrita)
La Cangreja, esa sí es largo [sic]. Esa era cuando estaba mi mamá viva. Eso era que se venía un señor, eso era allá. Mi mamá era la que me contaba todo eso. Dice que se venía un señor, pero, bueno, sabía él cosas, oraciones malas, pero malas, y entonces hizo contrato con la Cangreja. Dijo que sí, la Cangreja era en el campo. Entonces hizo contrato con... de Pacaca era ese hombre. Entonces hizo contrato con ella. Entonces le dice:
-Vení, llevá todo.
Allí había verduras, tacacos, pororas, verduras habían allí en La Cangreja. Y era como un encanto, de por sí que era encanto, todo verde, pacayas, todo aquello. Entonces el hombre ese que hizo trato con la dueña se vino y entonces le dice:
-No hagás juntas con nadie ni me traigás ninguno aquí.
Dice:
-Diay, ¿por qué?
-Porque no, entonces perdés la amistad conmigo. Vos sos el que tenés que venirte aquí, a la Cangreja.
El cerro está ahi derecho, ahí al otro lado del río.
Del otro lado de ese alto está el Río del Rey, un río pequeño. Ahi del otro lado. En la cabecera de ese río es onde está la Cangreja. Del otro lado.
Entonces se vino y... le pareció el hombre 'ber buscado mujer, él tenía una mujer, pero quería entrar a conocerla, para enseñarla, dicía. ¡Qué va!
Se vino y dice:
-Hombré, vamos a un paseo.
A veces los paseos son malos, de verdad, con los compañeros. Poné cuidao, en veces hay que poner cuidao, porque amigos de cien, solo uno.
Bueno. Entonces, se fue ese par de amigos, un manadón, cien amigos se hizo pa dentrar a la Cangreja.
-Yo quiero que me llevés.
-¡Ah! sí te llevo.
Se juntaron cien personas. Pura montaña. Dentraron al cerro.
-Aquí traigo estos amigos a conocer -le dijo él a la Cangreja, a la mujer esa, porque estaba en figura de una mujer-.
-Ajá-dice- Dios primero que te dije. Bueno, está bien. Hora vas a aguardar que anochezca. Me adolece a vos que te vaya a suceder algo. Andá en aquel alto -dice- allá está un palo de orejas que se llaman pisguris, pisguris. Se llaman las orejas, unas orejas así de anchas.
Entonce:
-Andá y te trés las orejas, te trés cien orejas.
-Pero, ¿pa qué?
-Yo sé pa qué-dice-. No, pero sí sabés vos. Son cien orejas. Cien amigos traés vos, cien orejas traés vos.
-¡Ah! bueno.
Así que trajo el saco de orejas se lo puso ahí, ya de noche, eso era ya de noche. Ya puso el saco.
-Aquí está[n] las orejas.
-Vaya ahí y ponelos. Hora -dice- allá está una cangreja. Cuidado me van a tocar aquella cangreja que está ahi-dice ella-.
-No, nosotros nada tocamos.
A medianoche, como por ahi de las once se fueron a hallar a la Cangreja a la puerta del encanto, con las manos así. Viene uno -hay personas que no hacen caso, de verdad- viene uno de ellos, como se atenían que era un hombre, dice:
-Hombré-dice- vamos a zafar la mano de aquella cangreja pequeña, p'hacer una sopa. Y en seguida vamos y sacamos la grande para llevar p'ajuera, nosotros-dice-. ¿No será malo?
-No-dicen-. Vamos todos.
-Bueno.
Ya se jueron. Esos hombres eran de Pacaca, de Guayabo, allá vivían. Se vino y... ya se fueron y agarraron la mano los cien hombres para poder espegarla, si era chiquita, le agarran la mano y va de juercearla y juercearla hasta que la despegaron de verdad. Ya vinieron, ¡jeh! ya todos contentos.
-Ahora sí, vamos a hacer una sopa.
La picaron, y se [la] comieron cien hombres, se llenaron. Eran cien hombres. Allá dicen:
-Bueno. Hora sí -dicen- hora vamos a ir a...
¡Ah! no.
-Acuéstense -dice al hombre la mujer esa- acuéstense queditos y se ponen una oreja en cada ojo. El que quiere vivir -le dijo-.
Todavía se consideró la Cangreja, la mujer esa. Era un encanto. Era que se ponía figura de cangreja. Se pone.
-Bueno-dice- cuenta si van a faltar. Y vos -le dijo al hombre, al que tenía el trato... contrato con ella- vos te ponés una oreja más grande, y cuenta si te vas a dejar que te la quiten. Van a venir hora a quitarte las orejas. Bueno, pero hacé caso a lo que te digo.
Ya vino y se acostaron, llenos de cangreja, de sopa de cangreja. Se acostaron en el suelo, en unas hojas de súrtuba. Allá a deshora de la noche, como a las once o a las doce, las doce de la noche, ya llega un gavilán, así un rey, ¡tás! se llevaba la oreja, se llevaba la oreja y les sacaba los ojos. Eso era todo, se tragaba los ojos. Allá iba al otro, ¡tás! le llevaba la oreja y ya les quitaba los ojos. Así se jue con los cien hombres. Se jue onde el que le trajo, el hombre ese que trajo esa gente, y no pudo, se agarraba la oreja y ya la había dicho y ya no le quiso desobedecerle a la mujer esa.
Hasta que aclaró. Así que aclaró dice:
-¡Ay, qué infelicidad! ¿Vos ves?
-No, yo no veo.
-¿Vos ves?
-No, yo no veo.
-¿Vos ves?
Y ya le dijo al hombre:
- ¿Y vos ves?
-Yo sí -dice-, ¿pa qué durmieron? -dice-, ¿pa qué se dejaron que les quitaran la oreja?
-Diay, ya no -dicen- ya nosotros no vemos. Ahora, ¿qué hacemos?
Dice la mujer al hombre ese:
-Hora vé a ver cómo hacés. Vos que los trajiste, vos sabés.
Dice:
-Diay, pero yo los dejo ahí que se mueran.
-No me lo deje ahi -dice la Cangreja- no me lo deje ahi. Usted que los trajo lléveselos. Vos que los trajístelos [sic], llevátelos.
-Diay, pero ¿cómo hago pa llevármelos?
Dice:
-Andá a la montaña, cortás un poco de bejucos -de ese que dice usté, ¿cómo era que le dijo el nombre del bejuco?
I: -¿Cuál, patarrá o...?
IQ-Ese. El patarrá es un bejuco, eso va derecho arriba, en rollos así, ¿no? Más que es ese bejuco, es un bejuco que se cría por los palos y da unos cordeles como de veinticinco varas, bonito p'hacer canastos- y traés un rollo, y lo adiñís uno con el otro, y allí los amarrás de la centura y te los llevás a tu lugar. Allá que cada uno, la mujer que tiene, mujer que lo mantenga, el que tiene tatas que los vean sus hijos, porque naide los tenía viniendo, no les importaba.
La Cangreja brava. Pero en figurilla de mujer. Entonces se jue y los amarró todos, y de verdad sí le hizo caso, y se jue. Dice:
-Yo, ¿a qué horas llego a Pacaca?
De una vez se deja ir:
-¿Pa qué los trajiste?
-Ya... ¿verduras no hay?
-No, ya no hay.
Todo se lo quitó, todo se lo negó, ¿no ve que era un encanto? Ya no había tacacos, ya no había verduras, chayotes, ayotes, lo que él llevaba ya no había nada. Ah, pero jue amarrando, fue cogiendo piquete, se jue viniendo, se jue viniendo. Dice:
-No se vayan pa ningún lao, ustedes vayan por el chorro donde los voy yo jalando. Cien hombres.
Ahí llegó donde llaman... este sí conoce, donde vivía... el paso de onde pasa p'al... pa'l Pirton, aquel pocerón, ¿sí lo conoce?, de onde vivía Miguel María. Ahi, en aquel pozo, aquí arriba, había una angostura.
-Pasan para aquí.
Se jue al peñón, se fue a donde estaba el salto, el pozo, un pocerón grandísimo, ese río de Quivel, ahí queda el Río Grande, y los empuja a todos. Primero se jueron y se jueron.
-Ahi quedan.
Nombraron a ese pozo el Pozo del Ahogado.
Vos no me volvás, porque yo te vo a quitar la vida a vos.
Dijo el hombre que ni por la trampa volvía. No volvió el hombre ahí, a la Cangreja.
Ahí quedó la Cangreja. Está manca. Esa es la que está anunciándose ahora venir, que dicen que va a venir una marea y va a reventar ese volcán, Jesús primero, que nosotros nos vamos a ir. Diay, esa es la hora.
b) Gerardo Parra (Zapatón)
Mi dicían los agüelos -uno pequeñillo le pone cuidado a los abuelos-dicen los abuelos que esa cangreja, por aquí al lado de Quivel había una cangreja. Bueno, y vino un señor que venía ahi de Palmar y que se va hallando, se va hallando una cangreja de veras, él se la halló una cangreja, y entonces la vido, una cangreja dicen una cangreja grande, y apenas la vido venir arrancó a juyir la cangreja y el señor ese traía una cruceta en la cintura, también en la cintura, y él venía medio tomao. Y de una vez le agarra, bueno, se le fue encima y se fue y le quitó, le quitó la mano de izquierda, le quitó la mano de izquierda a la cangreja. Bueno, se vinieron. Bueno, se fue la cangreja, le quitó la mano y se la llevó, bueno, se fue a [...] en Quivel, y de adá se ha venido y se ha hecho ahí, dejó Quivel y se vino aquí, ahíeste alto. Ahora está ahi.
Ese animal les sacaba los ojos a los demás pero es que ese señor, como venía un poco tomado y se le enfrentó y le zafó una mano de un machetazo que le metió. Entonces la cangreja salió juyendo y se vino y se acomodó ahi, en ese cerro, ahi en esa montaña.
Y de esa cangreja intervienen los encantos.
Es como aquí en por el lado de un pueblo que le dicen San Luis, también, ahi hay una laguna y había un señor muy rico, muy millonario el señor. Y el señor tenía una hacienda de ganao grande, grandísima. Bueno, y estaba... de a menudo a menudo se le esparecía un novillo al señor ese, él iba al repasto y llamaba a todos los novillos y había un novillo que siempre camina alante. Bueno, y al lado, al lado abajito de ese cerro había una laguna que le decían la laguna de San Luis. Bien, y en medio de la laguna había un palo de jupa, un palito de jupa. Dice el hombre:
-¿Cómo hiciera yo -dice- pa meterme a sacar una jupita de ahí? -dice-¡qué bonito!
Aquello hasta que brillaba, la... el palito de jupa ahí en medio de la laguna. Y dice el señor:
-No, yo si me tiro aquí, no salgo.
Y lo que oyían ahí era como gente hablando, gallos cantando, el ganao lerdeando ahi, bramando entre la laguna. Pues mire, pa no cansarlo con el cuento, el señor ese se le encantaron ahí, se le encantaron, se le encantaron como cincuenta novillos en esa laguna. Diay, ese ganado apenas lo vían salían juyendo, en unos carrerones. De ahí cogelo, ¿cuándo? No se podía coger.
c) Antonio Sánchez Rivera (Polca)
¡Ah!, sí, en el cerro de la Cangreja, que llaman. Es un cerro muy alto, cuando van bajando la bajadilla se ve allá el cerro muy alto.
Dicen que ese cerro hacía erupciones antes, anteriormente. Diay, por si alguien iba tal vez a cacerías de un momento a otro se ponía oscuro y se venía un lluvión, ahí. Y allí vivía gente -dicían- en el dicho lugar. Llegó una señora ahí, que iba esa vez con unas compañeras a visitar esa gente, una señora casi de la misma calidad de los que estaban habitando adentro, en el volcán o ahí cerca. Y se iba atrás de unas compañeras y dice:
-Quédesen ustedes aquí, o acá, mientras yo voy un momento por allá.
Y se iba la señora. Allá como a la hora o a deshora ya iba llegando otra vez a donde estaban las compañeras. Les decía:
-Tomen un cacalote-que llaman, es chocolate, ¿verdad? tomen un poquito.
Así que tomaban todos ahí:
-Ahora sí -dice- voy a dejar esto. Espérenme, ya vamos.
Y volvía.
-Ahora sí, vamos, vámonos.
Pero no llevaba a las otras, dicen que no las llevaba nunca. Esa viejita dicen que se llamaba Zárate, se llamaba ella.
Y resulta que al final del tiempo, diay, la gente siguió como quien dice [...]ndo montañas, así de lejos. Siguió y siguió y siguieron. Al final del tiempo dicen que los que habían allí no volvieron, no volvió el volcán a funcionar, a hacer erupción, diay, de un momento a otro, diay, dijo un señor que conocía mucho.
-Una gente que vivían ahi, en ese volcán -dice- en ese cerro... yo encontré el trillo donde se jueron. Allí van -dice- un juelleros hasta donde llegaron. Y se jueron y se jueron. Yo le conté a un señor -dice- a un señor que se llama Gallardo Cascante, que si él no se había dado cuenta, porque por ahí tenían que pasar, por la finca de él. Dice que sí, que él vio -dice- que se fueron. Pero él los siguió. Se fue y se fue, sería aquel trillo grande donde ya pasaron mucha gente. Llegaron al mar-dice- desembocaron al mar, de ahí no se vio donde entraron la gente p'adentro. Creo -dicía él-creo que esa gente se jueron derecho al volcán que llaman Punta Mala.
Ese volcán queda aquí, está en el mar, no han podido todavía averiguarlo bien. Ese volcán es muy bravo. Se cree que esa gente siguieron de ahí. Diay, el volcán se quedó, no volvió a funcionar, no volvió a hacer nada de erupciones, nada, nada, ni había nada de escoria, de todas esas cosas. Y dicen que hacía fuego, alzaba fuego. En el tiempo de otubre se incendía, vían así quemándose todo aquello. En el tiempo de otubre, que era de agua. Me contaba la gente. Ahí se vía todo aquello.
Claro, eso lo cuento yo porque yo oí, digamos, gente mayor contando eso. Que no sea cierto, yo no sé, veá, pero que... ellos contaban eso, que así se vía todo eso.
d) Bernabé Sánchez (Bajo de Quivel)
La Cangreja, sí, quedaba áhi. La Cangreja sí, yo le explico. El que la Cangreja me explicó, el señor que me explicó fue un señor estudiado. Hacían unas -estos lo saben- unas chichadas, y ahí venían y las echaban así, y les ponían por debajo [...], pero viendo viendo, mas como usted o como yo no lo vían.
Bueno, ahí una gente dicen que estaba ahi, pero se fueron cien, cien personas, y en lo que se fue el tabaqui y aguilón, usted lo ha oido, el tabaqui es aguilón.
I: -No.
B: -El tabaqui, el aguilón, el choterré... sí, pero ¿cúal era el otro? Eran cuatro. Y después de andar monteando, cuando llegaron le habían espegado la mano a la cangreja, y se la comieron entre las cien personas. Cuando llegó esas personas a ver la cangreja, ya vieron que ellos estaban serios. Se fueron en la noche, consiguieron unas orejas de esas, de palo, entonces vinieron y se pusieron cada uno en la... se fueron y se puso... el carate, el aguilón y el soterré. Pero yo no sé cuál de ellos llegaba a la noche y todos los demás se acostaron así [...] Cuando él llegó aquellos estaban prevenidos. Llegó entonces, sacaron los ojos de aquellos. Y aquellos llegaron, no, porque, diay, tenían aquellos... aquel estaba tapando.
Otro día amaneció el carate y el soterré y el aguilón, porque el aguilón y el choterré... el carate yo creo que mandaba la cangreja. El aguilón, yo no sé qué venía a hacer donde la cangreja. El soterré, lo mismo. Bueno, ya amanecieron ya ahí. Y decían:
-¿Vos tenés tus ojos?
-No.
-¿Vos?
-No.
-¿Vos?
Entonces viene el carate y los amarró con un mecate, y se los llevó a esa punta. Y ven, al llegar allí dice:
-Brinquen donde yo brinco.
El brincó porque llevaba los ojos buenos, la vista buena. Y los otros brincaron y ¡púm! cayeron y se encantaron ahi. Porque ellos eran gentes sin bautizo, eran gentes por de encanto, eran gentes de encanto, que consiguieron ahi.
Entonces me contaba el difunto Jesús Sánchez. Allí se oyían músicas, se oyían concertinas, se oyían guitarras, se oyían gente cantando, en aquella poza, aquel pocerón grandisísimo. Y ellos pasaban pescando y se iban p'arriba. Bueno, en un diluvio que pasó en el año mil novecientos nueve -estaba yo como de unos siete, estaba yo menos que ese chiquillo- barrió la cosa, hasta allí oyir más aquello. Se acabó.
Eso era la cangreja. Entonces, ¿qué hizo la cangreja?
El soterré se llevó la cangreja y la metió allá en el Alto de la Cruz, ¿ustedes se acuerdan? Se la llevó a La Cangreja, ¿usted ha oido el Cerro de la Cangreja?
X: Sí, claro, lo he oído.
B: -Ahí se la llevó. Y de allí arrancó y se la llevó pa la mar.
X: -Ese cerro de la Cangreja yo todavía me acuerdo.
B: -Aquellos son jah!... en invierno saca un humo así, un humo.
Bueno, se la llevó p'allá, pa la mar, porque allí no la dejaba. Entoes de ahí queró nada más que allí quedó fue el aparato. Porque dicen que allícuando gritaba el difunto Jesús Sánchez, que era tío abuelo mío, gritaban ahí al frente de eso, se venía un huracán, una tempestad de agua.
Bueno, y ahí se quitó eso.
e) Diego Sánchez Parra (Cerro Nene)
La historia de la Cangreja es así. Allá en el año mil novecientos cuarenta y dos, cuando comenzamos a oír el nombre de esa Cangreja, yo estaba más o menos de unos...¿cuántos años tenía yo? Podía tener unos doce años, o catorce. Oyíamos retumbando, y entonces le decía yo a mamá:
-Pero, ¿qué es lo que retumba? ¿Qué es lo que suena?
-Eso es La Cangreja. Es el volcán de La Cangreja.
Es que esa Cangreja, no es que es una volcán, es un brazo, dicen. Y entonces sonaba y hacía ¡pum!, ¡pum!.
Bueno, yo ya cuando me crié le digo a uno de mis compañeros míos:
-Vamos a conocer esa Cangreja. Vamos a conocerla, yo quiero ir a conocela.
Y nos fuimos, a montear con unos rifles y unos perros. Cuando llega-mos a una fila, le digo yo:
-Ya vamos a llegar.
Se nos atraviesa una gallina de monte. Y ¡pum!, la tiramos, la matamos.
Pero, ¡pa qué lo hubiéramos hecho! Cuando sentimos aquellos retumbos, y a poquito ese señor aguacero.
-Juepútica, diay! Pero esto está feo. ¡Ah! no, no -dice- aquí no vamos a poder llegar más.
Y corremos a salir más p'arriba, y ¡qué va!, no los dejaron. Aguacero tras aguacero, y esa temblazón. ¡Ah! no, no. Llegaríamos no más como tal vez unos doscientos metros y nos tuvimos que devolver.
Pues ese volcán, esa rama de volcán, era vivo, ¿verdad?, o es vivo. No sé... todavía.
Le cuento yo a otros compañeros, me dicen:
-¡Usted más pendejo! Yo voy, yo sí llego.
-Bueno, vamos.
Y nos fuimos como al mes después. Y la misma cosa. Les digo:
-Lo que vamos a hacer es no hacer tiros, porque con el tiro que hicimos fue que se los descompuso la cosa. Vámonos sin hacer tiros. Así llegamos en algún momento.
Y nos fuimos. No habíamos llegado, lo más como unos cincuenta metros... no, unos diez metros, algo así, una cosa más cerca que la otra, cuan-do sigue aquella temblazón. Y viera que !qué val, ¿quién iba a caminar así, con esa temblazón?, con un temblor, peor que un meneón. Y a poquito:
-Caminemos, no aflojemos.
-Bueno, vamos.
Y ¡qué va! Ya dende que no más nos íbamos acercando se vino otra vez el aguacero, y no pudimos arrimalos. No volvimos. Ya está. No pudimos conocer La Cangreja; no pudimos llegar, porque a nosotros nos con-taba otro individuo que 'bía ido antes, cuando no estaba vivo, porque después dicen que antes era muerto, y ahora cuando se puso vivo, ya nadie podía entrar. 'Bían ido y es un huecarón que hay así, en redondo, como de cien metros tal vez, así en redondo, y así abajo está el poceronón de agua donde existen esas carajadas, no sé yo. Y entonces cuando eso, nosotros íbamos a conocer eso. Pero no vimos nada. Nada más fue eso lo que nos dijeron. No volvimos, no pudimos llegar.
f) Jesús Hernández (Zapatón)
J: -Mi abuelo la contaba de una forma, y esa señora me la contó de otra forma.
El abuelo me contaba que vino un hombre que le decían Carate, ese vivía en Pacaca, en Pacaca y le dicían Carate. Entonce vino y tuvo noticias que había una cangreja ahí en el Bajo del río Quivel, en el Tajo, que llamaban, una cangreja, hay un cerro ahí. Y se vino y se agarraron con la cangreja. El Carate trajo cincuenta hombres... cincuenta y uno. Y de los cincuenta y uno solamente uno no se metió a pelear con la cangreja. Pero le agarraron una mano y se la arrancaron, cincuenta hombres. Y ahí ellos comieron, la asaron, la cocinaron, la cosa fue que se comieron la mano de la cangreja. Y la cangreja vino y se metió en el cerro de la Cangreja, pero ellos no sabían lo que les iba a pasar. Ellos se la comieron ahí y se echaron en el río Quivel. Ahí durmieron y asaban aquello con leña prendida, tucos, y ahí iban ramas secas, y prendieron el fuego y asaron la mano de la cangreja y comieron. Pero mejor no lo hubieran hecho porque en la noche vino una águila y les arrancó los ojos. Y ahí estaban todos cuando se sin-tieron todos sin ojos. El que quedó bueno cogió un bejuco y los amarró todos para que fueran todos caminando por un camino. Se fueron, y al cruzar un río cayeron todos y se fueron y se ahogaron todos, ahí en el río Quivel.
#3 en Ramírez, 1996
EL RIO TABARCIA
Angie Pérez Mena
Cuenta la gente que hace muchos años, existía una laguna que era un volcán. En medio de la laguna había un árbol de jícara, que a la gente le llamaba mucho la atención y el volcán se enojaba cuando llegaban a robárselas. Y una de tantas veces se enojó tanto, que explotó y de ahí se originó el río Tabarcia.
Cuentan también que las campanas de la iglesia de Tabarcia son de oro, que unas personas las recogieron de la creciente que llevaba al río. Ahora el volcán se llama la Cangreja.
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