Fragmento de la noveleta "Cubaces tiernos en abril", de José Figueres Ferrer

"Nunca puedo hablar de Eloisa, ni de la casualidad en que se vio envuelta, que tanto parece interesar a la gente de hoy, sin recordar aquel viejo Camino del Sur.

En el tiempo en que llegué a Frailes, jovencito, la gente mayor se maravillaba todavía de que hubiese paso de carreta, ¡no se puede creer!, desde los confines del Copey hasta la pura Capital de la República.

Medio siglo emplearon los labriegos descalzos que empujaban hacia el Sur la frontera del territorio habitado, para abrir aquellos 70 kilómetros de trocha de carreta, a pico y pala, casi con las uñas, cuesta arriba y cuesta abajo, vuelta y vuelta, prefiriendo pasar por las crestas o "filas" de las montañas, porque requieren menos excavación que las faldas laderosas, a veces ensanchando simplemente los correderos de las dantas y los cabros montañeses.

Al principio, los pioneros se abrían paso a cuchillo por el bosque y el charral, y viajaban a pie con carga al hombro. Después picaban un trillo, y los más pudientes pasaban ya a caballo, o al menos con bestia de carga.

Pero los muchachos de la nueva generación no habían visto aquellas dificultades, según se lamentaban los ancianos de la zona, cuando yo llegué. Disfrutaban ya de un buen camino de carreta hasta el puro pueblito del Copey, sin saber lo que había costado.

Ya ahora, sin peligro, los boyeros cruzaban el Rio Tarrazú por el puente de casi 10 metros de largo que levantó la mano férrea del Presidente Iglesias en aquella remotidad, aprovechando una garganta de dos rocas verticales que casi estrangulaban al rio Pocos recordaban aquellas correntadas de Octubre, que antes revolcaban a los bueyes con todo y carreta, y a veces con el boyero.

Los arrieros jóvenes parecían pensar que el puente había estado allí siempre, como si allí hubiera nacido. El hombre se acostumbra pronto a lo bueno y no lo aprecia, decían los mayores.

Al lado derecho del puente, yendo al Sur, estaba el Sesteo de Tarrazú, muy conocido, y a mano izquierda la tranquera de la finquita de Juan Campos, donde con el tiempo llegó a vivir la dulce Eloisa, y donde pronto las gentes la llamaron Eloisa la del Sesteo.

Ahora que hasta telégrafo había en Frailes, todo era fácil, cómodo y moderno, me decían los vecinos. Comenzando por el camino de carreta. En dos jornadas de verano se iban los boyeros de Plaza Víquez al Sesteo de Tarrazú, con una рагаdita para esperar la luna en Corralillo, donde Juana Leiva: y en dos días más estaban en Dota.

El viaje redondo duraba sólo 8 días en tiempo seco, y en invierno a lo más una quincena.

Una buena yunta de novillos (eso si, con carreta algo liviana, ojalá número 2) jalaba hasta 12 quintales de 100 libras en verano, y en invierno llevaba 6 o 7 quintales, que no era poco en los resbaladeros. Por supuesto, en "los reventones los boyeros le metían el hombro a la carreta, porque no era justo dejar todo el trabajo a los bueyes. Peor era arriar media docena de bestias de carga, con un quintal y medio cada una, o llevar al hombro 75, ó 100, ó hasta 125 libras (que llamábamos 5 arrobas) de bastimentos.

En algunas partes el tráfico era intenso. En tiempos de Eloisa hubo vez de juntarse en el Sesteo de Tarrazú hasta 15 yuntas. Unas salían hacia la Capital con maíz, queso y cubaces amarillos secos, (los payares, como todo mundo sabe, se comen tiernos a medida que se cosechan), y otras venían de regreso con herramientas y trastes, ropa y alambre de púas, fósforos, jabón de fábrica y candelas buenas de parafina extranjera. Porque a los nietos de los recios pioneros gallegos se les había ablandado el carácter con el tiempo, y ya no podían vivir en el monte sin todas esas comodidades modernas. 

¡Bendito sea Dios!, decía el sacristán de Frailes, ya muy viejito. ¡Lo que hace un buen camino de carreta! Estos muchachos de ahora viven en otro mundo, sin dificultades. De eso es que se vuelven vagabundos, y ni a cortarse el pelo acatan. ¿No los ve como andan, todos mechudos, que parecen mujeres?

Aquel Camino del Sur era la ruta romántica de los agentes de comercio, cuya época es toda una epopeya. También ellos viajaban ya fácilmente a caballo, con las alforjas repletas de muestrarios y con el barro hasta la panza de la bestia.

Con toda comodidad subían el Tablazo y bajaban a Corralillo y Candelaria visitando pulperías, y luego trepaban al alto de Frailes, que estaba a la mitad del camino de Dota. Dormían en la pulpería de Misael, en el piso de madera aserrada y seca, y al otro día seguían, bien descansados, para San Pablo. San Marcos y Santa María. Algunos llegaban hasta el rincón del Copey."


Fuente: Figueres F., J. (1976). Cubaces tiernos en abril (2a ed., pp. 3-5). Excelsior de Costa Rica S.A.

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