LO QUE ME CONTÓ UN SOLDADO DE 1856
Imagen tomada del álbum "La Guerra de 1856" de Dionisio Cabal y La Cruceta, en Spotify
LO QUE ME CONTÓ UN SOLDADO DE 1856
INTRODUCCIÓN
Era
yo un mozuelo que tendría entre 11 y 12 años de edad, allá por los años de 1898
al 1900.
En
esa época era visitada con regularidad la casa de mis padres por un tío carnal
de mi santa madre, llamado José María Castro Rojas. Don José era vecino de San
Pedro de Poás y muy conocido por sus coterráneos por el apodo de "El
Gato", dado el azul intenso de sus ojos. Su edad se aproximaba mucho a los
70 o 80 años, pero su memoria continuaba siendo envidiable, por lo que siempre
di, y aún sigo dándole, gran crédito a sus palabras.
Sabedor
de que él había participado en la guerra del 56, y con esa ansia y curiosidad
de muchacho por toda clase de narraciones, lo apabullaba a preguntas sobre esos
episodios. Preguntaba sobre Juan Santamaría y todo lo que pudiera recordar de
esos memorables días, pues ya en la pequeña escuela de mi barrio, Tacacorí, se
me había enseñado algunos pasajes de la gran Campaña en que se hizo patente por
primera vez el arrojo de los ticos.
Tantas
eran mis preguntas que, un poco molesto, me decía "¿pa’ qué querés vos
saber cosas tan tristes?" Pero al fin cedía y, con su voz clara y
acompasada, daba comienzo a su narración, la que algunas veces interrumpía y
entrecerrando los ojos se entregaba como a meditar. Proseguía después en su
lenguaje campesino de aquellos tiempos, el que, aunque un poco reformado,
también era el mío. He querido respetar en lo posible ese lenguaje y por eso
la narración que enseguida expongo se oirá como salida de sus propios labios;
dice así:
EL TESTIMONIO
"Cuando
don Juanito publicó El Bando nojotros los [nos] venimos a presentar a la siudá
de Alajuela. Allí los juntamos con gente de la siudá, Los Targuases, Santa
Bárbara, La Garita y otros barrios.
EL VIAJE HACIA EL NORTE
Se
los alistó de bastimento, más que nada de bizcocho que las mujeres, por orden
superior, tenían que hacerlo y mandarlo al cuartel. Antes de salir ponde el
enemigo los dieron tres pares de caites, uno pa’ llevarlos puestos y dos pa’
llevarlos guindando de la pretina pa’ cuando los hiciera falta. Los dieron una
cobija, una camisa, calzones y un sombrero de pajilla. Los echaron un cacho de
pólvora en una bolsita, una mochila de piedras, un rollo de papel pa’ tacos, el
jusil con ballesta y lanza... y salimos.
Nojotros
íbamos a pie y en las bestias iba el parque y más bastimento. Las 'clases'
también iban a caballo. No quiera un acordarme desas caminadas tan grandes, por
esos llanos de La Garita, después el Alto del Aguacate, el Desmonte, San Mateo,
El Higuito, Surubres, Los Nances, Esparza y después otros caminos que no
conozco hasta que llegamos a los llanos del Departamento (nunca lo llamó
Guanacaste), más muertos que vivos porque las jornadas eran muy groseras
porque decían quel enemigo venía parriba.
Después
ese llamar del Departamento con esos soles y uno se que seogaba porque en esos
llanos noay agua y la que llevaban las yeguas de carga nos alcanzaba solo pun
traguito a caduno. Así llegamos a Liberia. Allí se juntaron con nojotros las
tropas de liberianos, por cierto, quesos cholos son valientes, pelearon duro
con nojotros en Santa Rosa y en Rivas"
A mis preguntas sobre Juan Santamaría mi tío se expresó de esta manera:
"Ese
zambo era tambor de las tropas de nosotros, por cierto, que yo y otros más no
lo queríamos porque le gustaba robarse los almuerzos. A mí me robó uno en Santa
Rosa y otro antes de llegar a Rivas. Era un cholo alto, cenceño, pelo engreñao,
con los güesos de la cara muy salios y los ojos que parecía que seliban; sin
sosiego, parecía un venao o que tenía azogue en el cuerpo porque nunca sestaba
quedito, y muy hambriento. Eso sí, muy valiente porque en el camino voló tambor
hasta no cansarse yen Santa Rosa peleó duro con el tambor y con el jusil.
BATALLA DE SANTA ROSA
Nojotros
salimos de Liberia caminando a lo que podíamos dar porque teníamos que atajar
al enemigo. Cuando llegamos a Santa Rosa ya Vócar (nunca dijo Walker) estaba
en la casa; un casuchón muy grande, entejao, con pretiles alrededor. Él los dio
orden de quedalos un poco largo, escondíos en los charrales. Allí los estuvimos
escondíos, y el otro día se los dio orden de que los pusiéramos con Dios.
Al
quer la tarde se los dio la orden del ataque. Pusieron unas tropas a tirar,
desde largo, algo alto, y a otras tropas se les dio la orden de caminar
gatiando por debajo de las balas que tiraban las tropas de nojotros, que
llegamos a los pretiles. ¡Ay! Aquello sí que todavía me eriza cuando me
acuerdo; era un estruendo que parecía el día del juicio; balas por todos laos
porque los filibusteros de Vócar venían muy bien armaos.
Pero
íbamos gatiando hasta que llegamos a los pretiles y abrimos juego por los laos.
Al poquito rato vimos que los estaban matando gente, de pronto tocan degüello.
Ya pa’ entonces se los había quitao el miedillo que los quiso dar al principio
y con el sonío de la corneta y tambor gritó vamos ¡Viva Costa Rica!, ¡viva la
Patria!, ¡mueran los bandíos!
Me
acuerdo yo que en ese lugar se subió un 'clase' encima del pretil con la espada
en la mano y los dijo: “Muchachos alante, que ninguno falte, ¡viva Costa Rica!”,
y no hizo más que decir eso cuando se lo apiaron diun balazo. Pero pa’ que
luicieron, los tiramos todos por encima del pretil en carrera y gritando ¡viva
Costa Rica, mueran los filibusteros!
Ya
de la casa habían jullio y unos poquitillos questaban allí fueron muertos, y
nuera pa’ menos... sí estábamos muy calientes.
ENTRADA A NICARAGUA
Después
del combate y cuando ya todo estaba en silencio jue cuando conocí al general
don Joaquín Mora, el hermano de don Juanito. Los reunió a todos y los dijo unas
cosas de nojotros que no me acuerdo bien, pero queran tan bonitas que se los
salieron las lágrimas de alegría y como de ganas de pelear más. Después se los
dio más bastimento y los juimos atrás dellos por todos esos llanos hasta la
frontera con Nicaragua.
Después
los juimos por Nicaragua yantes dentrar a Rivas mandaron unas tropas pun lao,
otras pa’ otro lao y a nojotros los dejaron pa’ entrar a Rivas, los hicieron
una gran matazón, porque como Vócar y los filibusteros se habían metido en un
gran caserón que le decían el mesón, y nojotros teníamos quentrar por una calle
angosta, y las casas de cada lao eran chiquillas, y la plaza onde estaba el
mesón era más alta, los cojían con juego abierto sin podelos defender.
Por
eso era que de los quiban por media calle morían muchos, que hasta que parecían
vástagos de guineos onde quedaban tendíos. Sólo los quitamos a lorilla de las
paredes, cobijaos por los aleros casi los salvamos todos. A nojotros los daba
mucha lástima de ver tanto compañero muerto.
BATALLA DE RIVAS
"Una
vez en Rivas los alojamos en una casa grande que había en una parte más baja
con patio grande atrás. Allí no estábamos muy seguros porque el enemigo estaba
en parte más alta y el mesón tenía unas claraboyas en lo más alto de los
tabiques. y desde allí los punteaban y con nada quiuno se descuidara se lo
apiaban.
Ora,
en lo de la quema del mesón y lo de Juan Santamaría andan muchos cuentos; unos dicen diun
modo, otros que no jue Santamaría, otros otras cosas... pero yo sí sé todo
cómo pasó porque me tocó la campaña ende quempesó hasta que seacabó, unque
dicen que después hubieron más peleas.
"Una
mañana, el general don José María Cañas los reunió en el patio diatrás, los
mandó a poner firmes y los dijo:
'Muchachos,
el enemigo, no contento con todos los compañeros que los ha matao, sigue
haciéndolos más bajas, y como pa’ sacalos de onde están atrincherados tendrán
que morir otros más, he pensao en dale juego a ese mesón porque es de madera y
está muy seco, pero como el peligro de perder la vida es muy grande pa’l que se
anime, me creo con deber de alvertíselos, por eso el que se crea con valor que
de un paso alante...'
Y
todos los dimos sin que los quedáramos ninguno. Los quedamos todos en silencio
y el general se quedó pasmado, los volvía a ver a todos y volvía a ver pa’l
suelo. El zambo no estaba allí porque andaba lavando una ropa en la quebrada
del bajo, pero quiso Dios que en ese mesmo istante en que todos estábamos
como muertos, porque no se allía ni resollar, llegó en carrera y se cuadró
alante del general, y se llevó la mano a la cachucha que nunca aflojaba.
Como
ya estaba alfrente vi cuando el general se quedó viéndolo y le dijo:
'¿Te
animás a quemar ese mesón? ¿Tendrás valor pa’ sacar al enemigo de allí?'
El
zambo, con los ojos de venao asustao que tenía, se quedó viendo al general y
viéndolos a nojotros y le dijo:
'Sí
voy'.
Y
entonces el general le dijo:
'Tealvierto
que’l peligro es tan grande que te pueden matar'.
Y
entonces Juan Santamaría le dijo:
'Pero es que si me matan mamá se queda sola sin quien layude, porque solo
veo yo por ella'.
Yentonces
el general le dijo: 'El gobierno ve por ella, no tengás cuidao...'
'Bueno,
así sí voy' dijo Juan.
LA QUEMA DEL MESÓN
Esto lo sé mejor que naide porque me quedaban al frente y vi yo allí todos. Nos juimos a buscar camisas y calzones viejos, otros a buscar canfín yuna escalera. Yo estuve ayudando hacer el mechón. Cuando todo estuvo listo cogió Juan la escalera y el mechón y cruzó la plaza a la carrera sin tocarlo una bala por milagro de Dios. Así questuvo al pie de la paré’ ‘onde no le pegaban las balas, puso la escalera y prendió el mechón, y subió y se puso a dar juego.
Cuando los filibusteros se apercataron lo que les estaba pasando le tiraban sin descanso, pero quiso Dios que no lo tocaban las balas, y ya cuando estaban ardiendo las alfajillas y la madera, se apeó y se vino ponde nojotros.
MUERTE DE JUAN SANTAMARÍA
Pero
yo creo que jue porque muy cerca estaba una claraboya y por allí se pudieron
trepar y lo apagaron. Entonces licimos otro mechón y se volvió ir y prendió en
otra parte, y allí si ardió mejor y nojotros estábamos que se los salía el alma
viéndolo arrecostado al escalera con la mano alzado dando juego, cuando de
pronto vimos que cogió el mechón con la zurda y se arrecostó más a lescalera, y
dejó quer la derecha chorreando sangre, cuando de pronto soltó el mechón y se
vino al suelo.
RENDICIÓN Y DERROTA DE LOS FILIBUSTEROS
Entonces
se los mandó abrir juego pa’l lugar onde sestaba quemando ya que no lo jueran
apagar. Cuando el mesón deveras comenzó arder en grandes llamarones y los
filibusteros dejaron de tirar, se los dio la orden de alerta pa’ estar listos
pa’ cuando salieran.
Cuando
las llamaradas eran muy grandes y las cumbres empezaron a querse, tocaron
degüello, y nojotros listos pa’ cuando salieron...
Con
la bayoneta calada los estábamos esperando. Cuando de pronto abrieron un
puertón muy ancho y se dejaron venir en mologote. Pobrecitos; unos machotes muy
grandotes, rubios, diojos azules con las manos parriba, pero no les valía, los
pasábamos en la lanza, pero como eran tantos no dábamos abasto y muchos
salieron juyendo, pero con todo matamos muchos. Ora me da lástima, pero en esos
istantes no los acordábamos de lástimas ni de nada...
Yo
no pude ver a Santamaría muerto y no lo pude ver porque, como muchos
filibusteros salieron juyendo, nos mandaron alcanzarlos y hacer guardia en los
rentenes... hasta que llegaron tropas de rejueso y pudimos descansar hasta que
los licenciaron.
REGRESO A COSTA RICA
Después
los dijeron que ya podíamos venilos pa’ Costa Rica y esa sique jue vaina,
porque unque los habían dao algunos jornales en esas llanadas del Departamento,
no había onde mercar nada. Allí lo que había era solo Dios, y sol y sé y
hambre, a tal modo que tuvimos que comelos los caites asaos, porque aunque
traíamos el jusil no los dieron parque. Ya de Liberia pacá si los jue mejor
porque había más gente y algo los daban, y algo que podíamos mercar.
A
nojotros no los tocó el cólera, unque yo creo que muchos compañeros que
quedaban regaos en los llanos del Departamento, cansaos y enfermos, eso era lo
que tenían y quinsabe si muchos se murieron porque no supe nunca más dellos.
Cuando
llegamos a la siudá entregamos los jusiles y qué contentera volver sanos y
vivos a casa a dale gracias a Dios y descansar pa’ volver al trabajo".
Esta
es la historia de mi tío, quien cuando esto contaba, yo podía enseñar con mucho
orgullo una medalla que le dieron no sé en qué ocasión. Muchos años después
dieron a mano José María, como le llamaba mamá, una pensión de $25.00 (pesos)
que fue concedida gracias a las gestiones de sus hijos. En San Pedro de Poás,
lugar de su nacimiento, existen, si no sus hijos que tal vez ya han muerto, sí
muchos nietos y biznietos.
Fuente
primaria: I. G. G. En:
"La Nación". 11 de abril de 1956; pág. 21.
Fuente
secundaria: Zeledón-Cartín,
E. (2004). La vida cotidiana de nuestros abuelos, 1 ed., pp. 157-163. San José,
Costa Rica: Editorial Costa Rica.
Nota:
Castro Rojas, José María. Soldado
alajuelense (Guerra 9150, Folio 50) Al regresar de Rivas ayudó a cavar tumbas
para los evacuados que morían en Liberia, y por esa labor [se] le debía un peso
y medio real al 09 de Mayo de 1856 (Guerra 8070, Folio 22) (Latin American
Studies)
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